“YO CREO QUE DESDE MUY PEQUEÑO MI DESDICHA Y MI DICHA AL MISMO TIEMPO FUE EL NO ACEPTAR LAS COSAS COMO DADAS. A MÍ NO ME BASTABA CON QUE ME DIJERAN QUE ESO ERA UNA MESA, O QUE LA PALABRA ‘MADRE’ ERA LA PALABRA ‘MADRE’ Y AHÍ SE ACABA TODO. AL CONTRARIO, EN EL OBJETO MESA Y EN LA PALABRA MADRE, EMPEZABA PARA MÍ UN ITINERARIO MISTERIOSO QUE A VECES LLEGABA A FRANQUEAR Y EN EL QUE A VECES ME ESTRELLABA. EN SUMA, DESDE PEQUEÑO, MI RELACIÓN CON LAS PALABRAS, CON LA ESCRITURA, NO SE DIFERENCIA DE MI RELACIÓN DE MI MUNDO EN GENERAL. YO PAREZCO HABER NACIDO PARA NO ACEPTAR LAS COSAS TAL COMO ME SON DADAS”
JULIO CORTÁZAR
Palabras, palabras y más palabras. Un universo infinito de voces que se confunden, forman laberintos, suben, bajan, giran a nuestro alrededor, nos envuelven.
Como boletos mágicos tienen la capacidad de trasladarnos a mundos paralelos de hechicería, romance, intriga, pasión, acción, y aventura. Pueden ser armas hirientes, lacerantes, con una efectividad más asombrosa que la de cualquier otro artefacto bélico que haya creado el hombre, pero paradójicamente son también el más efectivo de los bálsamos para el alma. Porque nos permiten reírnos y enamorarnos, desenamorarnos y volver a amar. Nos permiten perdonar, superar la desilusión, recomenzar; proyectar, pensar, y crear. Ellas se engarzan en oraciones, en párrafos, y finalmente en libros que nos acompañan fielmente.
Perlas cultivadas que buscamos afanosamente en el corazón de los libros, sonidos que nos cobijan y nos arropan aún en la más desolada de las situaciones.
Dice la Biblia que los idiomas surgieron como un castigo divino a la soberbia humana. Los hombres que hablaban una única lengua se propusieron construir una torre para llegar al cielo. Dios comprendió que para detenerlos en su proyecto, debía confundir sus lenguas. Así lo hizo y generó tal caos que los pueblos se dispersaron y la torre quedó inconclusa. Si la metáfora sirve para explicar porqué le cuesta tanto a la humanidad ponerse de acuerdo, no es poca paradoja que esas mismas lenguas creadas para separar a los hombres sean capaces de transformarse en verdaderos puentes que los unen.
Celebremos pues esas palabras, que nos sirven para construir y preservar la cultura, la identidad, que nos unen y articulan como sociedad y a las que, como preciadas joyas guardamos en nuestros corazones, con las que se han creado y seguirán creando maravillosos textos literarios o demostraciones científicas que permitan el progreso humano y que atesoramos en nuestras bibliotecas para que todos y cada uno se sirva de ellas.
FELIZ DÍA DEL IDIOMA
FEDERACIÓN DE BIBLIOTECAS POPULARES
DE SANTA FE
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