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miércoles, 5 de mayo de 2010

cronicas imperdibles de Diana Ivern sobre: un espectáculo, marcha de la memoria, de los docentes pidiendo sueldo, fin de semana largo, maratón en Rosa

Me parece maravilloso que una persona (Diana Ivern)n necesite comunicarse con su interior y con los otros a través de la escritura, es sano, es conmovedor... no dejes de leerlas y comentarlas.
Saludos a todos.
C.D. Biblioteca Fontanarrosa
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Una noche de café

Cuando se lee en la borra del café, se conoce la vida, se aquietan los sueños, se calma el alma.
Cuando el Café es de la Flor, se tiñe de colores la vida, es posible alcanzar los sueños y el alma se agita, el corazón se conmueve al ritmo de la música.
Noche de sábado, no cualquiera, toca Narguile y yo nunca los había escuchado, no tenía idea que existiera una banda así en mi ciudad. Mi experiencia con los ritmos exóticos apenas comienza hace algunos días, cuando de la mano de un amigo fuimos a escuchar Kusturica en Metropolitano, no sin antes empalagarme con una sobredosis del mundo kusturuquiano, intentando permanecer sentada en un sillón frente a la pantalla, sin lograrlo, bailando sola, mientras transcurrían sus dos mejores películas, Gato blanco, gato negro y Underground.
Vuelvo al sábado en el café, una casa antigua, deshechos los muros, abiertos los espacios, el lugar transmuta su energía centenaria en el sudor de sus paredes, en el color de sus vidrieras. Qué lugar habrá destinado el Feng shui a ese antiguo patio convertido en lugar de encuentro?
En un extremo se ha montado el escenario, apenas caben los instrumentos y los muchos músicos que componen la banda, todos hombres, una sola mujer. Música de inmigrantes, sonidos de voces cálidas, de instrumentos conocidos que invitan al baile, al movimiento, al despertar de los sentidos, humedeciendo la piel con ritmos nuevos, erotizándonos.
Qué energías atraviesan el submundo para que en la superficie los que ahí nos encontramos pudiéramos recorrer nuestras direcciones más propicias, qué lejos quedaba el aliento de la muerte.
Un arranque desborda los cuerpos, en sus contorneos, el baile apretaba el espacio infinito, en la proximidad del otro, distinto, alegre, por que la música es alegría, júbilo del alma, de los sentidos. Exquisitos manjares de la mesa de noche, servidos en platos profundos, saboreados en compañía, enjuagaban la boca con la bebida elegida, disfrutados en los besos dados, robados, perdidos, en la memoria del deseo que todo lo puede, con la certeza del apetito vivo, latiendo al ritmo de la sangre.
Narguile me provoca el deseo en movimiento, sus voces, sus ritmos, la alegría de la banda y la energía desplegada en cada uno de los cuerpos de todos los que van a escucharlos, cantarlos, bailarlos.



Diana Ivern
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Suburbio del consumo





Clase media, media cagada a palos
Este mediodía aprovechando que no trabajabas por el paro vas al supermercado, justo en el horario en que se supone hay menos gente, el resto, está almorzando o trabajando, vos vas peleando la media, la clase, la vida.
Despertaste a tu hijo al mediodía para que te acompañe y te ayude con las compras, hoy va sin protestar, será la heladera completamente vacía que le dio el impulso de solidaridad que estabas necesitando?
Cada semana, o en el mejor de los casos, cada quincena, te sentis acompañada por tantos otros asalariados que como vos van al Carrefour con la tarjeta del Santander para tener el beneficio del descuento del 15 %, muy a la italiana, contagiados por el glamur de la pareja clase media que nos taladra la cabeza por la tele y a veces nos hace reir.
Antes, desde tu casa, porque sos una mujer Internauta, para evitar ir al banco ( cosa que te pone de las muelas) y perder tiempo en las colas para pagar impuestos, antes de poder hacer las compras, hiciste la transferencia de tu cuenta sueldo a otra que abriste en este banco de la gran tarjeta, solo para aprovechar los descuentos.
Entonces el tiempo que te ahorrabas, lo malgastas frente a la compu, pasando plata de un lugar a otro, pagando impuestos, gastando tu resma de papel para tener los comprobantes de tus obligaciones al día, o dejando sin laburo a un que otro bancario.
Es jueves, más de las 14 hs., justo cuando vos te organizas, para hacer rápido porque hay poca gente en este suburbio del consumo, vas llegando a la cola de las cajas y un círculo rojo atravesado por una horizontal banca, te detiene, una voz al subir la mirada te dice, no cobro más¡¡ y entonces retrocedes el carrito tomas la avenida principal buscando desesperadamente un atajo que te lleve a una caja para pagar y volver a tu casa, porque ya se hicieron las 3 de la tarde y todavía no comiste.
Probás una, otra, es la hora en que las cajeras se convierten en calabazas, no queda nadie. Finalmente una supervisora con cara de mala te indica una caja con una muchacha con cara de novata que está pagando algún derecho de piso
Tu hijo empieza a quejarse, tengo hambre, me tengo que ir al club, cómo me pudre venir al super¡, convencida todavía que estas haciendo ahorro, le contestas que peor sería ir todos los días por los mandados, que ya se van a comer el pollito de la rotisería que acaban de comprar.
Tu turno, otra vez te olvidaste el bolso boliviano en el auto, otra vez no hay más remedio que llenarse de bolsitas de nylon y otra vez te acordás de la basura, no te alcanzan las escuelas donde trabajas para aprovechar tanto material de deshecho, tanto cartón, tanta botella, tanta tapita.
Descargan las compras sobre la cinta, todas las promo, (porque el salario docente más la cuota alimentaria para tus hijos no alcanza con los gastos) si sabes elegir, te arreglas con las ofertas de dulces, de masitas, los fideos, los jabones, el champú, los acondicionadores, para el perro, para el gato, el sobrino, la ahijada.
Te pones los lentes para mirar la pantalla (porque para todo hay un límite) y no es cuestión que tengas que devolver artículos porque no te alcanza la plata, vas bien, podes llevarte un tinto calladamente y saborearlo cualquier noche, besando la copa.
Vos, todavía con la mirada por arriba de los lentes, justo ahí, en ese momento, el mocoso de mierda que es tu hijo te caga a pedos, porque el pan está aplastado, por que casi se rompen los conejos de chocolate que ya compraste para toda la cria familiar, la cajera que es joven pero no tanto, te hace una sonrisa cómplice diciendo- Encima te reta.
Él sin registrar el comentario, sigue pasando los productos, aprovechando para darte, como pateando la pelota, a ver si picás y te mandás un gol.
Y vos picas y te calentas, porque no lo podés creer, porque solo ven (los hijos) lo que no haces o lo que no haces como quieren que lo hagas y picas porque sos 50 % responsable o tal vez no sea siempre mitad por mitad.
Con quién te enojás? Con vos que compra cada semana, para cocinarles rico y sano, variado, con carne, con cereales, con verduras, frutas,para que vivan comodamente, estudiando, preparándose para el futuro, que trabaja en varios lugares para que puedan divertirse, salir de vacaciones, y nuevamente te conectas con la cajera, cuando pensando en voz alta preguntaste
-cuánto falta para fin de mes?
-Por qué? -dijo tu hijo
-Porque volvemos a cobrar, dijo ella
Su edad está entre la de tus dos hijos, qué experiencias emocionales, económicas, familiares, le sirvieron para en ese día, en ese punto, hacer esa conexión?
Fue su ser mujer, su ser asalariada?, que se gana su guita con más o menos esfuerzo? El encuentro, la sintonía duró poco. Buscas en la billetera la tarjeta de débito y no está¡¡ están otras ,y otra vez la cara de tu hijo que censura.
La cajera te guarda los carritos, te tranquiliza, te espera a que vayas a tu casa por la gran tarjeta y vuelvas a llevarte todas las compras para empezar la semana organizada. Vas a tu casa, cuando entras, tu otro hijo sale, apurado, -ya comí algo-dice, -no podía esperarlos, me tengo que ir.
Volvés al super, venís, después de haber perdido más de 3 horas de tu vida en una compra que te resuelve solo una parte de las tantas cosas en que tenes que ocuparte y te proponés, para aliviar el peso de las obligaciones, escribir.
Porque no hay nada más sanador que la escritura cuando el día se pone difícil.



Diana Ivern
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El juego del tiempo



Sábado 23.50
Embarque 22.45
Registro el horario en que debo pasar por la boletería, el empleado me advierte - salen dos coches, por el feriado y el suyo es el refuerzo-. A medida que se acerca la hora de salida se forma una incómoda cola.
Arreglo con una amiga que me lleve a la estación, extrañamente voy muy temprano –no se por qué…
Son dos las amigas que me acompañan, están contentas con que me tome estos pocos días de Semana Santa para ir de viaje. Es mi última oportunidad de llegar al mar, de sentir la sal marina, el oleaje inquieto y la brisa fresca de esta temporada, donde el calor del verano, hace tiempo se prolonga hasta las Pascuas.

Justo antes de salir, me despido de un amigo, él me escribe un mensaje que me dejó pensando-Amiga…Cierre los ojos y deje que el viento le cuente como fue que el mar no se decide en que orilla vivir…

La frase me conmovió por su belleza, mis pensamientos comenzaron a jugar, rodando la pelota de un hemisferio al otro, el tiempo transcurría entre la emoción y la razón. Cuando el juego se tomó un descanso, mis pensamientos se enfocaron a las relaciones humanas, en la idea de por qué nos aferramos a las personas que amamos.
Me pregunté entonces - porqué le pedimos al mar, esa incontenible energía, que se quede con una orilla, que tome partido y elija, cuando el mar desea a las dos. Bombardean mi cerebro las teorías del fracaso de la monogamia y de la insoportable levedad del ser, temas que son motivo de conversación en charlas de café con mis amigas.
Y me pienso... casada, por más tiempo que los festejos de plata y me reconozco fiel y no me pesa, no podía sentir de otra manera, no quería o no necesitaba.
Hoy estoy separada, trato de no pensar, dejo que el viento me cuente, el viento es sabio, libre, mira y ve, no razona. En el andar, siente, insatisfecho, dibuja su propio camino, da una vuelta, sube o baja y vuelve a soplar, como el mar, como las estaciones, como la naturaleza toda, ciclo a ciclo. Trato de aprender de él.

Mientras mi mente vuela de cielo en cielo, mi cuerpo inmóvil en el asiento del micro ve pasar por la ventanilla los pinos, los bosques a un lado y a otro de la carretera, árboles que serán papel algún día. Lamentable decisión del gobierno Uruguayo, es lo único que me molesta de este país, lo demás…su geografía, su amabilidad, su gente maravillosa, hacen que los sienta hermanos, uno de esos preferidos.
Me distraje por un momento en el paisaje, aunque conocido, siempre me invita a la contemplación, en esas cuchillas y depresiones, en los autos antiguos, cuidados, circulando por las rutas y en los caminantes, gente que va de un lugar a otro, también por la ruta, imagen que se repite en este pequeño y primoroso territorio, así como el termo bajo el brazo y el mate en una mano.

Vuelvo a mis pensamientos.

Vuelvo a la estación, son las 23 hs

Vuelvo a la imagen de mi amigo que se encuentra con su enamorada, justo ahí, en la conjunción de tiempo y espacio, a la misma hora y en el mismo lugar por donde paso con mis amigas. Y es ese el tiempo donde las teorías se derrumban, las palabras callan.
Cuando la luna decide quedarse en la tierra, en la cara blanca y redonda de una jovencita, para iluminar el rostro del hombre amado, no hay tiempo para pensar, se siente de la única manera posible, con la totalidad del ser, monogámicamente. Una pareja, un hombre y una mujer, dos latidos. Vienen a mi, recuerdos…

Mi amigo que a veces es como el viento, me cuenta –ella es …axilas de ángel…
La frase no habla de una mujer sino de un sentimiento - éstos no se pueden negar, solo hay que reconocerlos – subrayo yo.

En esa imagen de la estación, en el abrazo, en la mirada, en el beso, no caben las muchas teorías que confrontamos en charlas de café. Serán éstas elucubraciones mentales para justificar la falta de amor?

En tanto me acerco a destino tengo más preguntas que certezas. Mañana desde la playa, habrá nuevas excusas para sentarme a escribir.





Diana Ivern
abril de 2010
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Plaza intervenida




Plaza San Martin, ocupada
Plaza blanca, nombrada por el artista.
Plaza movilizada.
Alfombra verde con arabescos de diferentes colores, en las banderas de los distintos gremios y las innumerables instituciones que invaden la plaza este miércoles de marzo.
Columnas de docentes movilizados, irritados, cansados de la sordera del gobierno provincial que ante el reclamo salarial ofrece migajas amargas para servir en la mesa del trabajador de la educación.
Porque no olvidemos que un maestro es también un padre, una madre de familia y como trabajador tiene derecho a un salario digno, tan digno como el que gana el padre que en la puerta de los colegios privados aprieta a las autoridades, para depositar a su hijo en la escuela como si fuera un objeto, una mercancía. Porque paga, cree que con su abultada cuota, paga el salario de los docentes, cuando es el Estado, en su mayoría quien subsidia, en parte, cuando no totalmente, los recursos para esos sueldos.
Será el Bicentenario, que nos predispone, será la revisión de la historia, la que nos alcanza, será un pasado dividido o un futuro de lucha en conjunto, lo que hizo posible esta plaza histórica.
Dos columnas, Amsafé, Sadop, convergen en un punto y recorren juntas varios metros, con verdadera alegría, solidariamente, hasta detenerse frente al escenario, que tiene de espaldas la sede de gobierno.
Cada punto, cada línea, con su curva y contra curva dibuja el apretado arabesco, cada hombre o mujer que participa en el diseño de esta alfombra, sabe que puede volar, abandonar los límites, componer una realidad distinta.
Esta plaza movilizada es una alfombra mágica.
El diseño urbanístico de esta manzana, con su centro y sus rayos, sus diagonales y perpendiculares ofrece el soporte ideal para dar vida a una obra, que vive y dice en canciones de protesta, que vive y dice con una energía contagiosa, por que estábamos todos, los de primaria, de secundaria, la nocturna, de adultos, terciaria, pública y privada, la especial, los docentes universitarios, los no docentes, los de la salud, todos los trabajadores del estado provincial.
Serán 30.000 razones para luchar, para pintar un cuadro con pinturas, la naranja, la violeta, la celeste, con colores rojos, verdes, con el blanco.
Una plaza, un cuadro, un fondo, mil figuras, una escuela, mil razones, una idea, mil acciones.
Si, las cosas están así, no son así, no para siempre, pueden cambiar.





Diana Ivern
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Memoria, palabra escrita




Una marcha, un argumento cultural, un tiempo de nuestra historia.
Imágenes y textos se combinan y se yuxtaponen a diversos niveles de resistencia y negociación del imaginario social.
Cada año, en la marcha del 24 de marzo, el día de la Memoria, aumenta el número de personas que se suman a la necesaria intención de recordar nuestro pasado y transmitirlo a quienes no lo vivieron, a la vez que sostenemos el pedido de juicio y castigo a los responsables.
El tiempo traza su firma, el autor define con presencias.
El arte hoy, requiere de un espectador activo, promotor de su propia experiencia frente a la obra, frente al tiempo.
Llevamos 34 años y en lugar de apagarse las voces, éstas se sienten más claras, más fuertes, en el repique de los tambores, en el redoble de las emociones, en cada uno de los allí estamos dándole sentido a este día.
Esta obra contemporánea es un lugar, una instalación viva, donde lo invisible se hace visible y se muestra como espejo de la realidad.
Veo la marcha, estoy en la marcha, camino con…el que marcha y en este texto, entre verbal, musical, pictórico, hay una verdad, dada por la comunicación con lo profundo, con la voz interior.
Cada paso, en su caminar, construye y marca, desde la plaza San Martin, hacia Tribunales Federales por Oroño, rompiendo internamente el territorio, construyendo otro, para dar la vuelta en calle San Luis, andando, reactualizando el pasado.
El sol camina también, ilumina el túnel que parece el camino, vacío de negocios, esperando la marcha a la sombra de los árboles que se abrazan juntando sus copas, como quien sale de la caverna a ver las sombras, para volver a contar, a narrar lo que ocurre afuera, la otra realidad.
La marcha dibuja el tablero, no es de ajedrez, no guerra regulada o institucionalizada, en esta marcha no hay frente ni retaguardia, su caligrafía se parece más al Go, pura estrategia, guerra sin línea de combate, espacio abierto, movimiento perpetuo.
En cada esquina, nuevas caras se agregan al paso, buscando la grieta donde acceder por la herida abierta, la carne expuesta, el recuerdo en presencia, somos más de 20.000 y en este desplazamiento por las calles, este espacio, que es público tiene las marcas de quienes lo transitan, lleva las huellas de la memoria colectiva.

En el monumento, las columnas se derraman en la escalinata, la habitan completamente sembrada de semillas, como un germinador escolar que brota al calor de los cantos, se mueve, se despierta, se incendia en el rojo, en el fuego, sin miedo, se expone.

Vibra, una y mil veces vibra, se sabe vivo, un semillero de ideas, interrogantes, preguntas por un pasado que se hace presente

Me siento obligada, como artista, como docente, con una mirada crítica, a mostrar con mi voz los procesos sociales.
Escribo para mantener el recuerdo, para dejarlo fijado.
Escribo con la intención de comunicarnos, de establecer un diálogo que viva más allá del tiempo en que transcurre.
Escribo recuperando el pasado.


Diana Ivern
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Triatlón “Ciudad de Rosario”



El cuerpo, medio vestido, medio descubierto, el cuerpo mitad por mitad, cubre y descubre, se muestra y se guarda en el movimiento, en la sutileza de la acción. Al asomarse, deja ver los músculos que se tensan y relajan al ritmo de la sangre que late y provee la energía para impulsar todo el esfuerzo.
Me gustan los hombres, mi mirada hace foco en el cuerpo del varón, en las espaldas ensanchadas por el entrenamiento, las caderas afinadas, los aductores que se contraen y alargan rítmicamente al tiempo que los brazos en permanente tensión acompañan el movimiento.

Estoy frente al corredor del Triatlón que por 4º vez, en la ciudad de Rosario, convoca a más de 400, deportistas, tienen sus cuerpos decorados con vestimentas de brillante colores, unos tímidos grises contrastan con la violencia de primarios y secundarios que se complementan al ritmo de la 1º vuelta, la segunda o la tercera.
Estoy justo al final, donde dan la vuelta y retornan, algunos llevan un ritmo cansado, como quien tuvo una larga noche, otros desbordan energía, contagiando. La mayoría lleva gorros que dan sombra a sus rostros y no me dejan verles la cara, que adivino o imagino para poner ojos a un cuerpo que suda al sol de mediodía.

Definitivamente el cuerpo humano es hermoso y aumenta su belleza con el movimiento. En algunos no se observa el cansancio, a pesar de haber nadado, pedaleado y estar ahora corriendo, la fortaleza la dará el entrenamiento? o la ilusión de ser parte de este grupo, supongo que es una combinación del placer de estar en este lugar. Unos se apoyan en otros con expresiones verbales, alentadas con toques, con gritos, sobre todos entre los últimos.
Los corredores, con su vestimenta me recuerdan las viejas fotos tomadas a bañistas, aunque los cuerpos han cambiado su forma, éstos son cuerpos nuevos, nuevas proporciones, vestidos con fibras nuevas, calzados con comodidad y seguridad.
La escena se despliega entre conos rojos, colocados en pares, marcan y delinean el sentido del recorrido, la variedad de sus tonos les aporta belleza, intensos rojos, naranjas envejecidos o desteñidos dibujan el mapa de un tablero que pone en juego a la ciudad por unas horas.

Ayer, en mi paseo con la bicicleta llegué hasta la Florida, pude ver a estos hombres y mujeres, con sus bicicletas, otras, muy distintas a la mía, inscribiéndose, conociendo el terreno, preparándose para el día de hoy, la previa puede ser para muchos el momento más oportuno, más placentero, donde otorgarle sentido a lo que sigue, aunque muchas veces lo que sigue se desvanece y es solo ilusión.
Habrá ganadores y perdedores, satisfacción y frustración en los que participan, y en nosotros, curiosidad, entusiasmo o indiferencia para muchos que como yo vinieron a la playa, a disfrutar los últimos abrazos del sol y se encontraron con este evento, pero decidieron ignorarlo porque para verlo había que darle la espalda al río, siempre inquieto, también en movimiento, invitando a la contemplación.

Círculos de colores superpuestos, se cruzan, se adelantan, se separan y se dejan. Unas flechas de color dorado, como piernas, apuntan adelante, son signos que minimizan el aire, lo comprimen e impulsan rítmicamente, acelerando, siempre acelerando.
Los corredores montados en sus bicicletas, pasan por la mano contraria de la avenida, ya no compiten, son los que han terminado y emprenden el regreso a casa, con alegría, con el entusiasmo intacto, después de la travesía.

Lamento no haber llegado antes, haber adivinado bajo el agua turbia del río los cuerpos en libertad de movimiento, con la levedad que otorga el agua al peso. El Paraná posee una correntada importante, sobre todo en esta época del año cuando está tan crecido, habrá dado su lucha a cada brazada, a cada patada con que el nadador se abrió paso.

Hay movimiento de autos, liberan los accesos, el Triatlón llega a su fin. Irrumpe el sonido de cubiertas de autos atravesando las juntas que unen el hormigón de la calle, la monotonía golpea los oídos.
Cada vez el espacio entre uno y otro maratonista se hace más distante, no quiero aburrirme, voy a dejar la baranda que separa la vereda de la playa, que hizo de grada para tomar los apuntes de esta crónica, quiero llevarme el recuerdo alegre, el color de uno, de todos.



Diana Ivern
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