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viernes, 19 de septiembre de 2008
Nota a Domingo Bazán Campos
"Si nos hacemos cargo de lo afectivo, avanzamos en calidad"
Bazán Campos asegura que "la educación no es neutral". (Foto: N. Juncos)
Si hay una coincidencia en los discursos de funcionarios y especialistas es que la calidad educativa es una cuestión clave para garantizar el derecho a educarse. Y en consecuencia para lograrlo hacen falta docentes de calidad. Ahora bien ¿qué es un docente de calidad?
El pedagogo chileno Domingo Bazán Campos tiene más certezas que dudas para responder: no se la puede definir sólo por el aspecto cuantitativo, algo así como cuánto aprenden los chicos, sino por cómo se forman de manera integral. Asegura que para lograr este objetivo es necesario que las inquietudes e interrogantes ganen la forma de pararse ante el mundo: "La educación no es neutral, siempre tiene detrás un postura ética y política".
Bazán Campos es director de planificación y evaluación de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile) y estuvo en Rosario para disertar ante más de 1.200 educadores en el 11º Congreso Aula Hoy organizado por Homo Sapiens. Sus temas de debate fueron nada menos que la convivencia escolar y el pensamiento crítico.
—¿Cómo se forma un docente de calidad?
—En Chile, como en otros países, hemos avanzado en materia de cobertura y a la fecha gran parte de la población tiene escolarización alta. Por lo tanto es factible afirmar que Chile tiene a las personas dentro del aula, estudiando. Pero el tema de la calidad, cómo garantizar que sea un derecho de todos, que es una de las demandas de los movimientos estudiantiles conocidos como el de los Pingüinos (por los uniformes escolares), es una pregunta abierta en mi país.
—¿Por qué?
—Para algunos esta pregunta está asociada a la equidad, al hecho de que el Estado gaste lo mismo en una persona de escasos recursos que lo que gasta una familia del sector privado. Esa brecha es muy alta y en consecuencia hay menos recursos y un ambiente distinto para enseñar. Sin embargo, trabajo con personas que tienen una mirada crítica de los problemas sociales y nuestras preguntas se orientan al fondo de la razón pedagógica, y un poco buscan desentrañar, como en una metáfora, "el lado oscuro de la luna": ¿Qué cuestiones más cualitativas se pueden hoy sumar a una comprensión más compleja de qué es la calidad de la educación? En Chile la calidad de la educación es una exigencia del Banco Mundial, que invita a evaluar en términos de cuánto aprenden los estudiantes, por medio de pruebas cognitivas, que si bien se han mejorado, todavía no dan cuenta de la cultura escolar, de la convivencia, de la formación ciudadana o de la aceptación de la diversidad. El año pasado publicamos con otros autores el libro "Calidad de la educación y convivencia escolar", donde planteamos que así como un papá le exige al Estado saber cómo su hijo va a aprender "cosas importantes", también le informe por el tipo de convivencia que se ofrece, en términos de una concepción amplia de calidad.
—¿Pero no cree que los padres suelen demandarle a la escuela más contenidos de disciplinas que otros aprendizajes?
—Es porque los padres reciben influencia de los medios de comunicación, de los mismos profesores que de manera bien intencionada les sugieren que cambie a su hijo de escuela porque esa no ofrece lo que buscan. Sin embargo, así se combate a la cultura escolar y se reproducen el sistema y un modelo de inequidad; por lo tanto un mensaje que parece bueno no resulta tanto. Hay un estudio que se hizo en Chile que demuestra que el factor que más incide cuando se aprende historia o química, por ejemplo, es lo afectivo. Es decir cuando los profesores nos hacemos cargo de lo afectivo también avanzamos en la comprensión de calidad más tradicional.
—¿La conclusión sería que un docente de calidad es quien atiende su disciplina sin descuidar la convivencia y humano de su acto?
—Exactamente, pero también digo que para que eso ocurra hay que darle un sentido pedagógico distinto a nuestro rol. De tanto en tanto los profesores se sienten agobiados, cuando un año, por ejemplo, aparece como un tema nuevo enseñar primeros auxilios, y al otro el tema ecológico. Eso los lleva a hacer distintos cursos, donde van sumando capas de conocimiento pero no integrados, entre otras cuestiones porque dependen de otros que les digan qué es lo que tienen que aprender, qué es lo políticamente correcto. Y así termina, como decimos nosotros, como "una doble pascua" (un árbol de navidad) lleno de figuritas, pero sin el menor sentido. Entonces, ¿qué es lo que hace la diferencia? Formar críticamente a los profesores en una buena preparación teórica y social que les permita entender la sociedad, tener una postura ética y política, que no significa partidaria sino entender qué tipo de sociedad queremos, es decir, que pueda mirar más allá de su aula presente. Es difícil.
—Es un poco hacer vivir la pedagogía de Paulo Freire lo que plantea...
—Sí, y que se nutre de pensadores más contemporáneos como Henry Giroux o Peter McLaren; y en Chile, como Juan Ruz, que plantea una lectura más equilibrada. Por ejemplo, las economías argentina y chilena deben ser eficientes, a nadie le gusta que estemos endeudados, si hay que pagar deuda externa hay que pagarla, esa sería la razón instrumental. Sin embargo, nos hemos perdido de preguntarnos por el sentido de las cosas: ¿vale pagar la deuda externa si todavía tenemos una pobreza que éticamente es muy cuestionable? En la medida que como profesor intento un nuevo equilibro, estoy probablemente en el término correcto de un nuevo profesor. Pero son preguntas descuidadas, porque hay una hegemonía de la razón instrumental sobre la del valor con sentido ético, y la única manera de tener sentido ético con condiciones de diálogo, donde aflore la subjetividad.
FUENTE: http://www.lacapital.com.ar/contenidos/2008/09/13/noticia_5034.html
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